El nuevo libro de Mikel Urkixo (Zeberio, 1981) nos lleva de viaje por las primeras décadas de la escena electrónica underground vasca de la mano de algunos de sus protagonistas. Así nos lo cuenta en el siguiente artículo firmado por él mismo.
«Euskal Herria underground 1986-2015: bidaia elektroniko bat» nace de un vacío. De un vacío y silencio que ocultaba una subcultura. Le digo subcultura porque nunca consiguió hacerse un hueco en la sociedad vasca. Nunca tuvo reconocimiento ni fue siquiera utilizada por la sociedad en cuestión para fines de proselitismo o propaganda. La ruptura electrónica será, seguramente, la última gran revolución que ha habido en la música, pero pasó de lado sobre una juventud que alargaba mucho el rock radical vasco persiguiendo gritos y ansias de libertad de los que aún no ha despertado del todo.
De todas maneras, no hay ánimo de revancha en las 224 páginas que componen el libro. Sería muy pedante empezar a disparar palomas pensando que uno tiene eso que muchos intentan tener: “la razón”. Euskal Herria Underground es un viaje a las entrañas de la subcultura electrónica de Euskal Herria. Un viaje de tres décadas que nos sumergirá en aquella Donostia que era un hervidero de ideas y creatividad que parecía que no iba a tener fin de la mano de Idoia Lacalle y Julen Etxazarreta, en clubes como Bowie, Txuribeltz o Hysteria. Historias de juventud rebelde como las de Koldo Intermusic y Alain Elektronische en locales okupas de Pasaia y platos Technics y mesas Rodec —o sucedáneos, claro. Cada uno se arreglaba con el equipo que podía, siempre con la esperanza de comprarse uno mejor, como no—.
Historias que destilan anhelo por destripar aquella cultura electrónica que se abría camino por todo el mundo a velocidad de vértigo. Noches de dormir en colchonetas en aquella Ibiza que se convirtió en uno de los buques insignia de aquella revolución musical. Porque en aquella Euskal Herria electrónica se hicieron cosas grandes y pequeñas. Pero de eso trata la vida, de grandes gestas y de pequeños gestos. De pinchadas en el Sónar, en Méjico, Moscú, Japón o Canadá. De meter horas y horas en camarotes o locales que se convirtieron en pequeñas trincheras electrónicas desde donde nuestros protagonistas imaginaban y creaban mezclas y soñaban, seguramente a escondidas y en silencio, con poder tener una oportunidad en el club más cercano de su ciudad. Los más atrevidos se lanzaron, sin saber muy bien dónde acabarían, a crear música con equipos analógicos prehistóricos. Sueños de juventud que se convertirían en realidades electrónicas que dibujarían un paisaje variado y abundante, rico en matices y rico en sibaritas y paladares exquisitos.
Pero Euskal Herria underground cuenta mucho más. Cuenta horas y horas al teléfono de Ima Intermusic para intentar comprar los mejores vinilos. De viajes al extranjero en busca de la música más exclusiva. De los hermanos Cybertech contratando a un jovencísimo Richie Hawtin o a Orbital. Pero a su vez, también destila sabor añejo de raves en edificios abandonados en los que el underground está presente en su plenitud. De colaborar en Radio 3 en el programa de Sonia Briz. Una Sonia Briz que dejó alucinada Trampas marcándose unas sesiones de electro en la época en la que el techno oscuro y duro era lo que se llevaba en el underground electrónico del norte del Estado. De una Paula Cazenave que comenzaba y saltaba obstáculos con la ilusión de hacerse un hueco. Ese hueco que hoy ocupa en la escena de la electrónica. De Asier Meataka poniendo patas arriba toda Donostia y parte de Gipuzkoa. De Asier Balza y su propuesta house. Y de una militancia electrónica que sigue al pie del cañón desde su programa Haus of Beats. De una Bergara que dejó el listón electrónico muy alto y consiguió convertirse en uno de los lugares más respetados y queridos por el público. De una Bilbao donde Alain Elektronische pudo experimentar todas las variantes electrónicas en su querido Caos. De una Iruñea que Koldo Intermusic considera la cuna del techno, pero por donde también desfilaba un house de muchos kilates. Historias entrañables como las de un jovencísimo El_Txef_A —un todoterreno― mandando sus primeros trabajos a revistas y sellos discográficos sin ser consciente de su valía. Y que consiguió el mayor de los reconocimientos fuera de casa. Nadie es profeta en su tierra. O por lo menos suele necesitar un tiempo largo para que lo valoren como es debido sus paisanos. O una Nuria Beat que logró, desde los locales de música de Llodio y su buen hacer, un hueco en el underground de nuestra escena.
Noches de Pagoa y Sala Jam con grandes programaciones. Del txill-aut, txill-out de Txitxarro —así se escribía, lo escribíamos— donde Ima Txill Aut y Trampas conseguían reunir a un público cada vez más selecto en busca de nuevos sonidos y nuevas experiencias. De una Gasteiz futurista y demasiado avanzada de la mano de Kike Pravda. Cuenta la leyenda —debidamente contrastada— que amantes de la música electrónica aparecían en tiendas de discos de Madrid, cinta de casete en mano, preguntando que era aquello que despachaba Kike en el Pravda. Y la respuesta era siempre la misma: “¿Qué es, del Pravda? Pues esas cosas mejor se las preguntáis a Kike…”.
Y si queréis conocer más historias sobre aquella época, y queréis ahondar más en lo que fue aquella subcultura, ahí os va «Euskal Herria underground 1986-2015: bidaia elektroniko bat». Una historia sobre nuestra electrónica de la mano de sus protagonistas. Era lo correcto. Eran ellos los que tenían que hablar. Se habían ganado, con creces, el derecho. A nosotros, el público, nos queda escuchar y leerlos. Leer, al fin y al cabo, trozos de vida. Porque vida y más vida es lo que se puede leer en las más de doscientas páginas de este libro.
Ya tenemos asentadas las bases de aquella subcultura. Esperemos que este sea el primer artefacto literario de muchos. Eso es lo que deseamos.